La Iglesia de San Juan de los Caballeros de Jerez de la Frontera
Esta Iglesia bajo la advocación de San Juan Evangelista tiene sus orígenes en la reconquista de la ciudad por parte de las tropas del monarca Alfonso X El Sabio en 1264.
Su sobrenombre » de los Caballeros » obedece a la tradición de la asistencia y reunión de nobles caballeros en este templo pertenecientes a las distintas órdenes militares, cuyos escudos campean en distintas claves, bóvedas y paramentos de este edificio, indicando sus enterramientos.
En su parte exterior, destaca su cabecera almenada al parecer durante el siglo XVIII, las portadas laterales y la imponente torre-fachada.
En cuanto a las laterales, cuya traza se ha atribuido al arquitecto del renacimiento andaluz, Hernán Ruiz, obedecen al gusto clásico de columnas corintias adosadas y rematadas por un airoso frontón.
En la del lado del Evangelio, aparece el busto de San Juan Evangelista con el atributo iconográfico del cáliz.
La torre-fachada presenta en su parte inferior un gran arco de triunfo de marcado aire renacentista con grandes pilastras de orden gigante toscano. La calidad de esta zona, así como la del espacio interior de su escalera de acceso al primer piso de esta torre, evidencia la posibilidad de que fuera trazada por el arquitecto Alonso de Valdelvira, cuya presencia en nuestra ciudad está acreditada.
Sobre este pórtico se erigen tres cuerpos sucesivos, rematados por una pequeña cúpula, obra de Antón Martín Calafate, de cierta mediocridad de estilo manierista.
El interior de la iglesia, de una sola nave, presenta tres zonas constructivas bien diferenciadas, con trazas de marcado esviaje. La más antigua se remonta al siglo XV, rematada por un ábside con bóveda en su cabecera, decorada con nervaduras de dientes de sierra y puntas de diamantes.
En esta zona del presbiterio destacan las losas sepulcrales de Giraldo Gil Zacarías y familia, las más antiguas laudas conservadas en este templo.
El primer tramo de la nave data de aproximadamente el año 1530 y está cubierto por una bóveda gótica estrellada de cinco claves. En esta zona destaca la existencia de lienzos levantados en ladrillos, quizás como restos de la antigua fábrica del templo mudéjar primitivo reaprovechado en las sucesivas reformas constructivas, conservándose una ventana ciega polilobulada con alfiz en su parte exterior, gemela a otra recientemente aparecida en las obras de intervención de la antigua Casa Rectoral y curiosamente a la misma altura.
El último tramo o el situado a los pies del templo supone una ruptura frontal con el gusto gótico, dado su lenguaje arquitectónico de estilo renacentista, cuyas trazas fueron dadas por Hernán Ruiz en el año 1562, con pilastras jónicas y bóveda central vaída con clave relevada con la imagen del Salvador. Este tramo se concluyó en 1591, según reza en una lápida conservada en este testero.
La apariencia actual del templo obedece a la restauración realizada entre los años 1884 y 1895 por el arquitecto José Esteve y López, que ejecutó una versión subjetiva-medieval del edificio, retirando el antiguo coro de la nave y el retablo mayor de la cabecera, cerrando las portadas de acceso de las capillas colaterales al presbiterio y abriendo unas pequeñas puertas de inspiración neomudéjar.
Posteriormente, y como consecuencia de la caída infortunada de un rayo en el templo en 1981, se procedió a una nueva restauración por el arquitecto Juan Torreira Vaca, que culminó en 1988.
Iglesia de San juan de los Caballeros. Pórtico de entrada.
Entre sus capillas interiores más notables destaca, en el lado de la Epístola, la de los Sarzana o de San José, a la que se accede mediante una magnífica portada, bajo las trazas del arquitecto milanés Vermondo Resta en 1596, en cuya fecha ostentaba el cargo de Maestro Mayor del Arzobispado de Sevilla.
Desde esta capilla se accede al actual Sagrario con una interesante bóveda estrellada en cuyas claves se observan distintos escudos de órdenes militares, datada de mediados del quinientos.
Finalmente, desde esta última capilla se pasa, a través de la antesacristía, a la capilla de los Carrizosa, que fue incluso Sagrario. Está cubierta por una bóveda gótica de crucería estrellada de la primera mitad del siglo XVI, destacando en ella el sepulcro del Comendador de la Higuera, D. Diego López de Carrizosa y Perea, obra del arquitecto Antón Martín de Burgos en 1617.
En cuanto al lado del Evangelio o izquierdo, según se mira desde los pies del templo, nos encontramos primeramente con la capilla de San Dimas, dedicada con anterioridad a la Hermandad de las Ánimas de este templo.
Le sigue el zaguán de ingreso a la iglesia desde la calle San Juan, cubierto por una bóveda de la segunda mitad del siglo XVI de casetones con flores y animales mitológicos.
A continuación, se encuentra adosado a este muro los restos del antiguo retablo mayor de este templo, ubicado en este lugar desde la restauración de Esteve López a finales del siglo XIX. Este retablo, en su primer cuerpo y banco, se ejecutó por Francisco Antonio de Soto en 1698, siendo posteriormente continuado en torno al año 1733.Se dedicó a la Virgen de la Paz, imagen sustancialmente restaurada en el siglo XIX. A ambos lados, dos tallas de los Apóstoles de San Pedro y San Pablo, de buena factura, del siglo XVII.
De capital importancia es la capilla de los Tocino, conocida por la tradición como de » la Jura «, cuyo acceso se realiza desde la antigua Casa Rectoral, tras las reformas del siglo XIX. Esta Capilla estuvo dedicada a Santa Catalina, siendo en sus orígenes un espacio funerario de principios del siglo XV de este entronque familiar de los Ursino-Tocino, destacando su bóveda estrellada sobre trompas y sus lacerías de estilo mudéjar.
Tras el hallazgo del testamento del fundador de esta Capilla, Andrés Martínez Tocino, fechado en 1404, se ha venido a desmontar en parte la legendaria historia de la jura de sangre de los caballeros en esta Capilla instando el socorro de las tropas del monarca Sancho IV ante el asedio de la morisma a nuestra ciudad en 1285.
Pues precisamente, en aquel año de 1404 se estaba edificando esta capilla, según la trascripción de su última voluntad, a cargo de los albañiles Fernán García y Diego Fernández, por lo que difícilmente se pudo llevar a cabo el ancestral juramento de sangre en este lugar.
Pudiera ser que sobre el espacio, ocupado y edificado en torno al año 1404, con anterioridad a dicha fecha, existiera alguna capilla aprovechando restos o vestigios de orígenes musulmanes, pues en el Libro del Repartimiento de la Ciudad se citan unas mezquitas, indicándose que sobre cada una de ellas el Rey Sabio levantó las parroquias, entre ellas la de San Juan.
Sólo el estudio arqueológico nos avalaría la posibilidad de la reutilización parcial de una primitiva iglesia mudéjar, quizás fruto del aprovechamiento – asimismo – de una antigua mezquita, sobre cuyo edificio se fueron materializando sucesivas intervenciones a lo largo de los siglos.
La citada antigua Casa Rectoral, que se extiende en la fachada exterior del lado del Evangelio en la calle San Juan, es obra del primer tercio del siglo XIX.
Entre las obras escultóricas y pictóricas del templo, junto con los Titulares de la Hermandad de la Santa Vera Cruz, destacan las efigies de San Cristóbal Mártir y San Judas Tadeo, obras de la primera mitad del siglo XVIII, de la escuela jerezana del círculo de Camacho Mendoza.
Asimismo, unos lienzos dedicados a San Juan Evangelista y San José, obra del pintor sevillano del siglo XIX, Rodríguez de Losada.
La capilla de “La Jura” de San Juan de los Caballeros.
Abordamos en este artículo, , la construcción y génesis histórica de la denominada Capilla “ de la Jura “, de la Iglesia de San Juan de los Caballeros, de Jerez de la Frontera.
Este espacio de la entonces iglesia parroquial ha estado rodeado de una leyenda y mito de resonancias medievales, que se retrotraen al año de 1285 con el sacrificio de unos caballeros que ante el cerco de las tropas musulmanas se vieron abocados a utilizar su propia sangre para solicitar el auxilio de las tropas del rey Sancho IV, episodio que la tradición ha venido situando en esta capilla, conocida bajo la advocación de Santa Catalina y bajo el patronato de la familia Tozino, aseveración que ya fue puesta en duda por el historiador Hipólito Sancho de Sopranis por sus carencias notables de fundamento cronológico, entre otras, por cuanto la actual capilla de los Tocinos es de construcción posterior (principios del siglo XV) al pasaje épico del auxilio de los caballeros, datado en las postrimerías del siglo XIII, desconociéndose si sobre su solar o bien en una capilla anterior a ésta (la construida a inicios del siglo XV) pudiera haberse llevado a efecto el suceso narrado de los asediados.
Para corroborar lo ya intuido por el mencionado investigador, no tenemos más que presentar el documento que hemos tenido la oportunidad de encontrar, fruto de una ardua investigación en el Archivo de Protocolos Notariales de esta ciudad, amparado además por una amplia documentación, que viene a sustentar en mayor medida lo afirmado en las fuentes originales.
La base fundamental para este estudio es el hallazgo del testamento inédito de Andrés Martínez Tocino fechado en 1404, copia antigua del documento original, que se encuentra inserto en un protocolo del siglo XVIII, a raíz de que D. Pedro de Torres y Herrera lo encontrara en el archivo particular de su casa, y que manifestara que era una copia antigua del original con el refrendo de la autoridad judicial, indicando que ya en aquella fecha (primera mitad del siglo XVIII) no se encontraba el documento original en los oficios de las escribanías, para lo cual solicitó que se sacara una copia y que, junto a la encontrada, se protocolizaran en el registro de escrituras públicas de 1739.
El testamento está fechado en 11 de Noviembre de 1404, y comienza así: “ Sepan quantos esta Carta de testamento Vieren como yo Andres Martines tocino Vecino que soi en la Collacion de San Juan de la Ciudad de Xerez de la frontera estando enfermo del cuerpo y sano de la voluntad …“.
En este documento se detalla con toda precisión sus datos genealógicos y vínculos familiares, así como sus bienes, deudas y mandas testamentarias.
Al tiempo de la redacción del mismo su mujer era Catalina García, manteniendo una serie de deudas, de las que particularmente detallamos las siguientes que nos servirán para acreditar nuestro artículo: “ … y devemos a Fernan Garzia Albañi, hijo de fernan Garcia Albañi é a Diego frnz (Fernández) Albañi su sobrino cinco mill e seiscientos e sinquenta maravedis desta moneda usual, que fincaron por pagar de los diez e nueve mill maravedis por que con ellos me combine, que hisiesen la Capilla que yo fago en la Iglesia de San Juan desta Ciudad …”, información capital para el estudio arquitectónico de la citada Capilla de este templo.
El estudio de la identidad de estos alarifes o albañiles es tan complejo que incluso podría darse la circunstancia de que sus aparentes apellidos castellanos estuvieran ocultando unos orígenes mudéjares. Esta circunstancia ya se ha comprobado al conocerse la costumbre existente en la época de que al bautizarse el morisco adoptada el apellido de su protector.
A modo de curiosidad observamos que la plementería de esta capilla está realizada en ladrillos, lo que pudiera suponer un rasgo de una implicación del estilo mudéjar en los usos arquitectónicos de la época, o su funcionalidad inherente que favoreció su empleo gracias al logro de disminuir el peso que pudieran soportar las bóvedas de estas capillas, evitando de esta forma su ruina y deterioro, e incluso un abaratamiento en los costes de la mano de obra.
Otro aspecto interesante de esta capilla de los Tocino es, sin duda, el gran arco cegado con formas apuntadas y realizado en cantería, incluyendo su alfiz de fina lacería, que puede dar lugar a la menos arcana teoría, ya apuntada por el profesor Chueca Gotilla, en la que obras consideradas mudéjares no siempre fueron realizadas por éstos, y viceversa, obras no consideradas como tales, finalmente fueron los mudéjares quienes las erigieron.
Es bien posible que los alarifes mudéjares terminaran por copiar las técnicas de la construcción gótico-cristiana, lo que igualmente no podemos descartar en esta capilla jerezana.
Otra cuestión de gran interés es la que ya se planteó por Sancho de Sopranis en relación a la cronología de la bóveda que corona esta capilla, por cuanto en su Introducción a la arquitectura jerezana afirmó que “ de no conocerse la data de la fundación de esta capilla y de no ir acompañada de las columnas adosadas que reciben sus nervios induciría, un poco ligeramente, a fecharla muy al final de la décima quinta centuria “.Comprobamos como deja constancia de sus dudas acerca de la fecha de construcción de la bóveda de esta capilla, donde su criterio como historiador, amparado por distintos estudios y comparaciones de otras obras similares, le induce a pensar en un primer momento que es obra de finales del siglo XV o principios del XVI, para posteriormente, al hilo del hallazgo del documento de fundación de este enterramiento, retractarse de dicha fecha, y datarla de principios del cuatrocientos.
Pese a estas afirmaciones del insigne investigador Sancho de Sopranis, y teniendo en cuenta esta bóveda de los Tocinos en comparación con las de otras capillas erigidas por aquellos años iniciales del cuatrocientos, tenemos que estimar como bien fundamentada la teoría, ya que no existe documento que así lo avale, que si bien los paramentos de la capilla son propios del siglo XV, la bóveda actual debió edificarse con posterioridad, prácticamente una centuria más tarde.
Lo que vendría a justificar la posibilidad de que una primera o primitiva bóveda, más en consonancia con las denominadas “qubba”, pasado un tiempo hubiera de levantarla de nuevo, ante una posible ruina, y edificarla en un estilo más propio del primer tercio del siglo XVI, como parece evidenciar esta bóveda estrellada.
Las posibles restauraciones y reconstrucciones, de mayor o menor envergadura, han tenido lugar a lo largo de tantos siglos, y a veces ha quedado vestigio documental y otras no, posibilidad ésta última que podría haber sucedido en este caso.
Sin entrar en otros asuntos de interés para la historia de esta capilla, que no podemos tratar ante la carencia de espacio, tales como las curiosas marcas de cantero encontradas en este lugar e incluso el relato de los ancestros familiares del testador, todo un compendio genealógico de un casi desconocido linaje jerezano, queremos reiterar la importancia de los datos que ofrece este documento del finado al despejar algunas controversias sobre los orígenes de la construcción de los templos de esta ciudad y las dificultades inherentes a la hora de identificar el estilo denominado “mudéjar”.